Fui prematura. Nací con dos meses de adelanto. Lo que se
conoce como sietemesina. Era el segundo intento de mis padres, el primero lo
perdieron a causa de un aborto natural, así que cuando nací hicieron todo lo
posible para mantenerme con vida.
Pase los dos primero meses de vida en una incubadora
enchufada a maquinas que valían mucho dinero. Pero salí adelante, sobreviví. Mi
abuela decía que las cosas más pequeñas pueden contener las mayores fuerzas.
Y yo pequeña era un rato. Siempre lo he sido. Al haber
nacido antes de tiempo nunca iba a poder pesar o
medir lo correspondiente para
mi edad. Cuando tenía cuatro años, por ejemplo, la gente apenas me echaba tres.
Esto nunca me dio problemas, crecí feliz. Las complicaciones
vinieron con el instituto. Las otras chicas eran más altas y esbeltas que yo.
Además me desarrolle más tarde, con lo cual, era bajita, muy delgada y sin
pecho. Básicamente, el centro de todas las burlas.
Pero todo eso ya paso. Ahora, sigo siendo bastante delgada,
pero al menos aparento mi edad y no parezco una enferma. Ya no me da vergüenza
decir mi talla y me da igual si a la gente le gusto o no. Aun así mi
adolescencia había marcado mi vida, sobre todo a la hora de hacer amigos y
conocer gente.
Pero ya iba siendo hora de hacer alguno en Londres. Era
solitaria pero de vez en cuando necesito a un amigo.
Este último año había estado muy unida a Tom, pero ya iba a
hacer una semana que no sabía nada de él. Se había metido en Facebook, porque
había cambiado su estado, pero a mí no me había escrito, ni me había contestado
ninguno de mis emails. Eso me cabreaba y me asustaba. Me cabreaba saber que se
había conectado y no se había acordado de hablar y me asustaba pensar que se
había acordado de mí pero que no había querido contestarme.
Solo de pensarlo me entraban ganas de llorar. Lo que hacía
enfadarme conmigo misma, le quería sí, pero también tenía algo de orgullo.
‘Próxima estación Clapham and Juction’. Esto me saco de mis
pensamientos. Metí el periódico, que había cogido a las puertas de la estación,
en mi mochila y me dispuse a salir del metro. Era viernes, mi último día de
entrenamiento en el catering. Hoy vendría la jefa y nos daría unas cuantas
reglas para el evento de mañana, también haríamos un simulacro para que ella
viera como lo hacíamos y pueda corregirnos, en caso de que lo hagamos mal.
No estaba muy nerviosa. Se me había dado bien el trabajo,
tampoco era nada difícil, y tampoco era la mayor oportunidad de mi vida, si lo
hacía mal, no se acabaría el mundo.
Cuando llegue fui directamente a los vestuarios y me cambie.
Me puse mi blusa negra, mi pantalón y mi mandil. Me quite los pendientes y la
pulsera que llevaba puesta, una que me había hecho Mary Jane.
Salí al vestíbulo donde estaban mis otros compañeros y me
puse en mí lugar de la fila, esperando a que llegara la jefa, con una sonrisa.
Siempre había que estar sonriendo.
La prueba no fue nada
del otro mundo. Lo mismo que había estado haciendo durante cinco días. Creo que
fue bastante bien porque en ningún momento me corrigieron.
Nos mandaron a cambiarnos y después a reunirnos todos en la
sala principal. Supongo que nos darían las indicaciones y el horario del día
siguiente puesto que aun no nos habían dicho nada.
No me equivocaba. Nos explicaron que era una fiesta bastante
importante. Seria cena y después cóctel acompañado de algo de música. Al
parecer la organizaba una discográfica por un nuevo lanzamiento. La verdad es
que a mí me daba igual de que se trataba mientras que cobrara me valía.
Justo cuando ya me iba a ir la jefa se acerco a mí. Era una
mujer de unos treinta y pocos, bastante joven para ser la dueña de un catering.
Era de color y llevaba el pelo recogido en una cola tirante. Parecía una
persona seria. Era muy guapa de cerca, con unos rasgos bien definidos.
- ¿Sara, verdad? – me pregunto
- Si señora – conteste. Supongo que debía de saberse los
nombres de todos.
- Me gusta como lo haces, estoy contenta contigo… Sí que lo
estoy – Eso era bueno, necesitaba el dinero-
Pero siento decirte que las rastas
no están permitidas. No entran dentro de nuestro protocolo de vestimenta,
así
que deberás quitártela… Si no, no te moleste en venir mañana. Lo que sería, por
cierto, una pena.
Todo era demasiado bonito para ser verdad y más tratándose
de mi. Ya habíamos llegado a un problema, la rasta. Me la tendría que quitar si
quería el trabajo. Y lo quería porque necesitaba el dinero. Pero a la vez,
significaba tanto para mí.
Seguí dándole vueltas al tema durante todo el camino de
vuelta a casa. A veces tenía claro que me la tenía
que quitar, el trabajo era más
importante y además no podía tenerla para siempre, pero luego recordaba todo lo
que significaba para mí. Además ¿por qué tendría que cambiar? Si a mí me gusta
llevar la rasta porque debería quitármela, que le den al trabajo me buscare
otro.
Llegue a la residencia hecha un lio. Me senté en la cama y
me obligue a mi misma a tomar una decisión.
Había que estar a las doce en la sala
de la fiesta para prepararlo todo así que no podía alargarlo mucho más.
Mire al corcho de la pared y vi mi foto junto a Tom. La
rabia y el miedo que había estado conteniendo vinieron a mí. Quizás yo para el
no significaba tanto como él para mí. Pero si era así iba siendo hora de pasar
página. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que empezando una nueva vida? Nueva
ciudad, nuevos estudios, nuevo trabajo. Nueva yo, mejorada. Adiós rasta.
Busque unas tijeras en el cajón y sin pensármelo dos veces
la corte de raíz. Mientras la sostenía en mi mano me di cuenta de que no me
arrepentía de nada, el año pasado era eso, pasado. Ahora tenía nuevas
oportunidades, que no iba a dejar pasar por un recuerdo. Corte de raíz la rasta
y corte de raíz todo lo antiguo. Empezaba de cero. Además era el mejor momento
para hacerlo, total, en Londres no me conocía nadie. Nadie sabía sobre mi
adolescencia, ni las burlas, ni Tom. Podía ser la Sara que quisiera. Nadie
excepto él, pero las probabilidades de encontrármelo y que me viera, son una
entre un millón.
Justo en ese momento llamaron a mi puerta. El sonido me
sobresalto.
- Adelante – dije. No podía imaginar quien podía ser.
- Hola – Era la chica que me ayudo con las maletas el día de
mi llegada, la había visto varias veces, pero la
verdad evitaba el contacto con
las demás chicas de la residencia - ¿Sara verdad?
Me hizo gracia, era la segunda vez que me preguntaban eso en
menos de una hora.
- Si ¿y tú eres? – le pregunte
- Me llamo Calipsa, pero todo el mundo me llama C.
- Calipsa… - dije
- Si, raro lo sé– sonrió- Estoy algo mala y no he salido y
he sabido que estabas aquí así que me preguntaba
si querías ver una película o
algo, ya sabes, pasar el viernes noche sola, no mola mucho.
Para mí, pasar los viernes sola, había sido casi rutina.
Pensé en decirle que no, pero entonces recordé que era una nueva yo. Y mi nueva
yo necesitaba una amiga en Londres.
- ¡Claro! – le dije
- Vamos a la sala común, que no hay nadie, y podemos verla
en la pantalla grande, había pensado en alguna
tipo comedia, algo no muy
pesado.
Sinceramente me daba exactamente igual.
- No me importa la verdad – le dije
- ¿Has visto Zombieland? – me pregunto
- No – Ni si quiera sabia de que iba aunque podía adivinarlo
por el nombre.
- ¿No? – Pregunto medio sorprendida- Pues te va a encantar.
Fuimos a la zona común de la residencia y nos sentamos en el
sofá. Apenas hablamos durante la película, la cual estuvo bastante bien.
- ¿Te ha gustado?
- Bastante, la verdad – dije y no estaba mintiendo.
- A mí me encanta, la habré visto siete veces al menos.
Me sorprendió no tenía pinta de que le gustaran este tipo de
películas, yo la hubiera metido en el montón de
‘Un paseo para recordar’. La
cual me hicieron ver en religión.
- Bueno, y cuéntame, ¿Qué estudias?
- Pues… Voy a empezar
Ciencias Políticas… ¿Y tú?
- Yo estoy en segundo de Periodismo, pero la verdad, es como
si estuviera en primero, me han quedado
muchas – rio
- Así que eres de mi edad…
- ¿Has repetido entonces?
- No, no – dije- Es que me pase un año sabático ayudando en
una ONG en África.
- ¡Ala! ¿Qué si? ¡Qué guay! Cuéntamelo todo.
Cuando me fui a acostar eran casi las dos de la mañana algo
tarde si a la mañana siguiente quería estar fresca para el trabajo. Pero lo
había pasado bien. ‘C’ era simpática. Hablamos sobre todo de mi año en África,
realmente parecía que le interesaba, quizás la había juzgado antes de tiempo.
Parecía una buena chica.
Me fui contenta a la cama. Mis primeras horas siendo mi
nueva yo habían ido genial. Se podría decir que hasta había hecho una amiga.
Me levante tarde. Bastante tarde. Con el tiempo justo de
ducharme e irme.
Cuando llegue me asignaron la cocina. Me encargaría de
preparar la cena y los tentempiés. Y de fregar platos. Conclusión no vería nada
de la fiesta. En parte me daba igual. Pero por otro lado tenía curiosidad. Se
notaban que iban a venir gente importante y me hubiera gustado poder echar un
vistazo. Bueno seguro que tenía algo de tiempo para dar una vueltecita.
¡Qué ilusa! No tuve no un segundo de respiro. Había mil
cosas que hacer y cuando me quise dar cuenta ya eran las siete, hora en la que
llegarían los invitados. Ya sí que no podría escaquearme para ver el salón
principal. Bueno al menos en cocina iba
a mi aire y no tenia que lidiar con ricos estirados.
Los tentempiés fueron sin problemas, nadie se quejo de la
comida, lo mismo en la cena. Todo perfecto y correcto. Los cocteles era lo más
fácil, pues de las copas se encargaban otros y la comida solo eran frutos secos
y cosas para picar. Así que tocaba fregar platos.
Mis dos compañeros no habían querido tomarse el ‘break’ a su
hora. Cosa que no entendía porque llevábamos más de seis horas sin comer. A mí,
en cuanto me dijeron que podía descansar y comer algo, me falto tiempo para
decir que sí.
Claro que ahora que toca fregar y los dos se han cogido el
descanso, lo entiendo todo. Menuda pringada que soy. Bueno iré a mi bola, me
tomare mi tiempo. En verdad, fregar, no es para tanto.
En ello estaba cuando alguien abrió de sopetón la puerta de
la cocina. Pensé que sería uno de mis compañeros así que no le eche mucha
cuenta. Pero los gritos llamaron mi atención.
Justo enfrente mía tenia a un chico de esmoquin y pelo
rizado. Lo tenia de espaldas así que no podía verle la cara. Delante de él, de
cara a mí, había una chica morena, bastante guapa, en un traje morado y dorado
precioso. Estaban discutiendo.
No era asunto mío meterme en la conversación, así que seguí
a lo mío sin echarles mucha cuenta, lo cual era bastante difícil porque no
dejaban de gritar. Aun poniendo toda mi atención en la mancha de caviar del
plato que tenía en las manos no pude dejar de escuchar cosas sueltas.
‘Tú siempre igual Harry, ¿para qué vas a cambiar?’ gritaba
la chica.
`En serio, es que no hay quien te entienda` le contesto él.
Tenían toda la pinta de ser unos novios en medio de una
pelea. Que típico.
‘¡Mira! ¡Mira¡’ Ella estaba realmente enfadada. ‘Menuda
mierda’ añadió. Se le iba a saltar las lágrimas.
Se debió de dar cuenta porque se giro y se metió por la
puerta de servicio. Él la siguió, le vi de perfil y me pareció que estaba
bastante preocupado. Seguro que la final lo arreglaban.
Yo volví a lo mío.
Pero no pasaron ni dos segundos cuando la puerta se volvió
abrir. Pensé que esta vez si que serían mis compañeros, así que ni alcé la
vista.
- Perdona, ¿has visto a un chico y una chica por aquí? – pregunto
una voz de chico desconocida.
- ¿A los novios? – Dije sin mirar- Se han ido por…
De repente pensé que esa voz no era tan desconocida. Me
sonaba. Me sonaba bastante. Así que levante la vista hacia él. Y ahí delante de
mí estaba un chico moreno, de grandes ojos castaños. Ojos, a los que yo había
mirado antes, mucho tiempo atrás.
- … Por ahí – termine la frase. No me lo podía creer. Con lo
grande que era Londres.
- Sí, bueno, no son novios – dijo medio sonriendo- ¿Te conozco? – me pregunto.
- Ehm… - ¡Pues claro que me conoces gilipollas! Pensé.
- Si… te conozco… - me miro fijamente a los ojos-
¿Sarita?... ¿Sarita la rarita?
¡En serio! Después de todo. Tenía que llamarme por el
estúpido apodo.
- Bueno, ahora me llaman Sara, ya sabes, la gente crece – Le
dije.
Sonrió.
- Mi madre no me dijo que vivieras en Londres ahora, me dijo
algo de África o de América – dijo sin darle importancia – Veo que te va muy
bien la vida – dijo mirando con sorna la fila de platos que aun me quedaban por
lavar.
- Tan gilipollas como siempre, parece ser que tú no has
cambiado nada – le dije con brusquedad- Ahora si me permites tengo que seguir.
-Sí, claro, como no – dijo dirigiéndose hacia la puerta – Un
placer volver a verte, rarita.
Oye, me encanta como has metido a Sara en la historia, mola mucho. Sigue así, que escribes genial.
ResponderEliminar¡Si el ''gilipollas'' es quién yo creo que es me muero en serio!
ResponderEliminarIsa, escribes súper bien, ¡sigue así!
Me encantó la otra y me encanta esta:3
¡Un beso paisana! <3
Ya echaba yo de menos leer tus capítulos y hacerte mis comentarios! Joder, pues sí que Sara ha tenido una adolescencia dura, pobre, pero estoy segura que en Londres todo será mejor aunque visto lo visto se ha encontrado con ese chico... esto ya empieza a ponerse interesante. Por cierto, "C" me ha caído muy bien, demasiado! Espero prontito el siguiente. Te adoro <33
ResponderEliminarPD: @1Derfulguys
¡Está genial! Me encanta como escribes , la primera novela estuvo genial y esta es asklñdfjdsñ increíble!
ResponderEliminarSiguiente!
@Lauuura97
Creo que tengo una ligera idea de quien es ese ''Gilipollas'' ajkndskjdhjsdj*-* ¡Me encantaaaaaaaa!:D
ResponderEliminar